"Algunas de vosotras me escribís con
dudas, confusas. Me contáis que mis palabras os resuenan, que sentís
como propias muchas de mis ex
periencias,
de mis pensamientos y sensaciones. ¿Soy una bruja? Me preguntáis. Y yo
no sé qué responderos. Solo hay una persona en este mundo capaz de
responder a esa pregunta, y esa persona sois vosotras mismas. Porque
solo vosotras sabéis quiénes sois, y lo que sois en vuestro interior.
Para facilitaros esa respuesta os voy a contar una historia, os voy a
contar quienes han sido las brujas a lo largo de la Historia, después,
vosotras mismas decidiréis.
Las primeras brujas, ya en la
Prehistoria, eran lo que ahora conocemos como chamanas. Personas que se
comunicaban con los Dioses, y que hacían ritos y ceremonias en favor de
su tribu. Además eran sanadoras y hacían rituales mágicos, hechizos,
magia…
Con el tiempo, la Humanidad y sus creencias fueron
evolucionando y estas chamanas (también chamanes) se fueron convirtiendo
en sacerdotisas y sacerdotes de religiones más o menos organizadas y
establecidas. La mayoría de ellas centradas en lo que realmente
importaba a nuestra especie, la fertilidad de la Tierra, ya que era esto
lo que garantizaba la supervivencia. En todas ellas la magia tenía un
papel muy importante. Los hechizos y los sortilegios en los que se
invocaba a los Dioses para favorecer cosechas, lluvia, abundancia,
salud, amor… eran corrientes y naturales. Además de Sacerdotes y
Sacerdotisas, había personas sabias en aldeas y pueblos que se mantenían
más cercanas a las antiguas prácticas chamánicas. Casi siempre mujeres,
sanadoras, parteras, ancianas sabias que orientaban a sus vecinos.
Hechiceras y hierberas que comprendían el funcionamiento del mundo
natural y su dimensión mágica.
Cuanto más aislado estuviera el
poblado o la aldea, más cercanas a su origen se mantenían las antiguas
tradiciones. Cuando un pueblo invasor llegaba imponiendo nuevos dioses y
costumbres, la mayoría de las veces apenas daba una fina capa de barniz
a las anteriores. Imaginad que vivís entre montañas, o en una pequeña
aldea donde las cosas siempre son iguales. Tus padres, tus abuelos y los
padres y abuelos de éstos, hasta donde puedes recordar, siempre han
adorado a sus Dioses que les proveían de alimento y hogar, y siempre han
realizado las mismas ceremonias, los mismos rituales en los mismos días
señalados del año. Un día llega un invasor, por ejemplo Roma, y te
dicen que ellos también conocen a tus Dioses, pero les llaman de otra
manera y que, a partir de ese momento, tú debes llamarles igual que
ellos. Y lo haces, pero las ceremonias continúan casi iguales que antes y
tú se las enseñas a tus hijos aunque ahora dirigidas a los antiguos
Dioses con nombres nuevos. Tus hijos y nietos continúan con ellas,
haciendo lo mismo hasta que llega otro invasor, esta vez el
Cristianismo.
Al principio ésta nueva religión llegada de Oriente
no afectó a la mayoría de la población. En realidad tardó muchos más
siglos de lo que nos han contado en implantarse. El Cristianismo fue una
religión de ciudad y su anexión fue más una cuestión política que un
asunto de fe. Eran los reyes los que, buscando alianzas y poder, se
convertían. Y si un rey era cristiano, todo su reino se consideraba
cristiano. Pero en realidad sus súbditos, especialmente cuanto más
alejados vivieran de la ciudad, continuaban adorando a los mismos Dioses
que sus antepasados y honrándolos con las mismas ceremonias y rituales
mágicos que aquellos. Eran las personas que vivían en los pagos (campo
en latín), los paganos.
Pero de todos es conocido que los Dioses
de las antiguas religiones son los demonios de las nuevas y el
Cristianismo se propuso convertirse en la única fe de Europa y del
mundo, por lo que decidió acabar con lo que quedaba de las prácticas de
las antiguas religiones, y para ello convirtió a aquellos antiguos
Dioses de la fertilidad y la Tierra en demonios y construyó iglesias en
la mayoría de los antiguos lugares de culto. Como la Humanidad es un
animal de costumbres, fue difícil que abandonaran sus antiguas
creencias, pero la Iglesia lo solucionó apropiándose de las festividades
antiguas y de algunos Dioses convirtiéndoles en santos.
A pesar
de ello, aún persistían mujeres que mantenían retazos del antiguo
conocimiento. A veces casi intacto, otras veces sincretizado con
elementos cristianos, y durante algunos siglos más, la Iglesia
simplemente las ignoró al no considerarlas demasiado peligrosas. Pero
tras la Edad Media, periodo más o menos tranquilo para estas mujeres,
llegó el siglo XVI, la Edad Moderna. Y todo cambió. Grandes crisis
sociales y económicas asolaron Europa durante los siglos XVI y XVII,
hambrunas, corrupción política, revoluciones sociales, pestes…. El poder
necesitaba un chivo expiatorio y lo encontró. Estas mujeres eran
peligrosas, eran fuertes en sus comunidades, independientes, rebeldes,
desafiantes. Eran mujeres que se atrevían a tener poder, a tener voz, a
tener conocimiento… como los hombres. Y pronto los dedos que las
acusaban se levantaron y surgió la palabra como un insulto, Bruja.
Secuaz del Diablo. Amante de Satanás. Acusada de pactar con el Diablo
para perjudicar a la especie humana y en especial, acabar con el
cristianismo. Y la ola de miedo, terror, acusaciones sin fundamento y
muertes se extendió por el mundo.
La inmensa mayoría de mujeres y
hombres que murieron en aquellos siglos bajo la acusación de brujería
no lo eran. Durante siglos el poder consiguió el arma perfecta para
mantener a la población, y sobre todo a las mujeres, sometidas.
Cualquier gesto podría ser sospechoso, cualquier mirada, cualquier
palabra. Vecinos contra vecinos, familias contra familias, viudas
herederas de tierras que otros codiciaban, suegras molestas, cualquier
mujer que no necesitase a un hombre… cualquiera que sobresaliera.
Pero a pesar de ello, a duras penas y muy fragmentadas, las antiguas
creencias, los antiguos Dioses, permanecieron. La magia, los hechizos,
los rituales pervivieron. A veces puros, a veces con nombres cristianos,
pero sobrevivieron.
Poco a poco, cuando el mundo se calmó,
decidió que las brujas no existían y no habían existido nunca. Que la
magia no existía. Que todas las antiguas creencias no eran más que
supersticiones de personas incultas e iletradas. Y todo lo que una vez
se reverenció, todo lo que más tarde se temió, ahora se despreció. Pero
ni siquiera entonces desapareció. Todos los secretos y los misterios
fueron guardados.
Y esto es lo que era una bruja, no un ser
maléfico y sobrenatural seguidora del mal y acólita de Satán. No. Una
bruja era la guardiana de los antiguos cultos de la Tierra. De las
antiguas costumbres. Heredera de la magia, de hechizos y sortilegios y
conocedora del mundo natural. Esa es la brujería.
Y ahora, en
nuestros tiempos, las brujas somos todo eso y más. Ahora dedicamos
nuestra vida a intentar recuperar lo que se perdió. Estudiando
fragmentos, intentando comprender cómo debieron ser aquellas primeras
religiones, tratando de reconstruir un pasado que jamás se olvidó del
todo. Honramos a aquellos primeros Dioses, a nuestra Diosa Madre Tierra y
Señora de la Luna, estudiamos el misterio de este planeta y de la
Naturaleza, recordamos y enseñamos a otras el poder y la conexión divina
que hay entre el cuerpo de una mujer y la Tierra y hacemos magia. Esto
es, sobre todo, lo que define a una bruja. Hacemos magia. Hechizos.
Sortilegios. Encantamos hierbas, piedras, talismanes, amuletos….
Embrujamos al mundo y a nosotras mismas.
Si tienes premoniciones,
intuiciones o visiones eres vidente, no bruja. Si te comunicas con
fallecidos no eres bruja, eres médium. Si sientes las emociones de otros
o sus presencias, eres sensitiva, no bruja. La bruja es aquella que
además de todo eso (o no), hace brujería. Magia. Utiliza
conscientemente las energías de la Tierra, las de los Dioses (les llame
como les llame) y la suya propia mediante rituales y ceremonias que un
día se prohibieron, para crear un cambio en el mundo que le rodea y en
sí misma.
Aunque algunas no se sienten cómodas con la palabra, la
gran mayoría sí lo hacemos. Las palabras tienen poder y nosotras nos
llamamos brujas a nosotras mismas porque reivindicamos la limpieza de
ese nombre. Reivindicamos el recuerdo de todas aquellas mujeres que
murieron acusadas de algo que siempre fue falso, en nombre de demonios
falsos, y condenadas por actos falsos.
Las brujas hemos sido
siempre mujeres libres, fuertes y sabias. Guardianas del pasado y del
antiguo conocimiento. Hijas de la magia y maestras de brujería. Sólo
eso. Todo eso.
Y ahora que ya conoces nuestra historia, puedes encontrar la respuesta a tu pregunta.
Está en tu corazón.
¿Te atreves a buscarla?
Hyedra de Trivia
(Eva Hyedra López) (
https://hyedra.wordpress.com/2015/09/19/eres-una-bruja/)